Las dificultades específicas de aprendizaje son algo, a priori inexplicable, que impide que niños y niñas inteligentes, tarden demasiado en adquirir algunos aprendizajes/habilidades, pese a un esfuerzo desproporcionado.

Piensa en las personas de tu alrededor, ¿conoces a alguien que cante fatal? ¿A alguien con una habilidad nula para el dibujo? ¿A alguien muy “patoso” en los deportes? ¿A alguien incapaz de coordinar un paso de baile?…

A groso modo, podríamos decir que todos nacemos con “buenas y malas aptitudes” pero, si soy bueno para las matemáticas y pésimo para el baile, simplemente no bailaré, sin embargo, si es al contrario, mi “mala habilidad” influirá a nivel escolar, emocional, puede que social y, seguramente, profesional.

¿Y qué pasa con los casos de éxito? He asistido a muchas conferencias, principalmente de dislexia y TDAH y, curiosamente, los mejores oradores, aquellos con unas capacidades interpretativas y una fluidez verbal envidiable, han sufrido una infancia tortuosa debido a su dislexia o déficit atencional.

Como ejemplo motivador no tienen precio pero, a la salida, algunas familias me dicen: No veo reflejado a mi hijo/a en ellos. Desde pequeño ha recibido todos los apoyos habidos y por haber y, aun así, sumado a la gran cantidad de horas que dedicamos al estudio, siempre llegamos por los pelos. Dudo mucho que pueda hacer una carrera universitaria aunque no quiero romper sus ilusiones.

Entonces, ¿mienten estos casos de éxito? En mi humilde opinión, no, simplemente se cuentan las verdades a medias.

En primer y principal lugar la dislexia, como cualquier otro déficit o dificultad específica de aprendizaje, es como la miopía, no es lo mismo tener +0,25 que +8. Por ello, no es lo mismo ser disléxico que SER DISLÉXICO.

Una vez realizada esta introducción, ha llegado el momento de explicar lo que experimenta un niño o niña con dificultades de aprendizaje, en mi caso y por suerte, de +0,25.

Aprendes a leer un poquito más lento, la profesora le comenta a tu madre que tu hermano, el cual no se esfuerza lo más mínimo y adquiere las cosas antes, es más inteligente pero que tú eres más aplicada.

No quieres parecer más torpe, lees letreros, carteles y hasta las etiquetas de la mahonesa, y tu juego preferido es escribir cuentos y cartitas a todos los que te rodean.

Aun así, tu letra es horrible. Un cuadernillo de caligrafía tras otro hace que leer “Cuadernillos RUBIO” te provoque salpullido.

Las matemáticas son lo peor, no entiendes nada de lo que haces y sin dedos no sabrías sumar. Para colmo, no hay manera de aprender las tablas de multiplicar, tu cerebro no guarda esos números, es imposible por mucho que los repitas, los repitas, los repitas, los repitas…

Dedicas las tardes completas a tus libros, tus tareas y tus estudios, pero nunca estás entre los mejores de clase, lo cual te frustra y, en mi caso, hace que te vuelvas perfeccionista en exceso, que desarrolles una capacidad de trabajo inhumana y que lo centres todo en un objetivo, superarte a ti misma y demostrar lo que vales.

Adquirida la lectoescritura, tienes que leer un texto 2 veces para empezar a entenderlo y repasar tus propios escritos 3 o 4 veces para que sean aceptables.

Aun así, siempre te los devuelven llenos de tachones rojos, lo cual implica tener que copiar cada una de las palabras tachadas un número considerable de veces: berenjena – berenjena – berenjena – berenjena – berenjena…

Gracias a que leer y escribir han sido mis hobbies desde pequeña, la tarea extra no me molestaba, lo que me aburría era perder el tiempo en actividades poco productivas.

Tres días después: “Cuando el señor Paco bolvía del huerto, María cortaba las verengenas…”.

Escribir en inglés, otra odisea: ¿brirde…, no birde…, no birtdey…, no bhritd…? Sí birhtday.

El reloj analógico, ¿por qué a los demás les parece tan sencillo? “Son 4 quesitos de 15 minutos. A las y diez son dos trocitos de 5 minutos pero, ¿las y 40 cuántos trocitos son? Tengo que contarlos…”.

Bueno y, para colmo, me dicen que derecha e izquierda es lo mismo que arriba y abajo, ¡sí hombre! Arriba es arriba, donde el cielo, y abajo es abajo, donde el suelo, pero la izquierda y la derecha son iguales, ¿cómo sé cuál es cuál? Y si estoy de espaldas, ¿es la misma? Y si estás frente a mí, ¿es igual para los dos? ¿Y si me vuelvo a girar…?

No obstante, con esfuerzo, estrategias de toda índole y desarrollando al máximo otras capacidades compensatorias, vas sobreviviendo. Recordemos que hablamos de un nivel +0,25.