“He leído un artículo sobre la dislexia y me siento muy identificado…  ¿podría ser disléxico, quién puede diagnosticarlo, qué terapia puedo seguir para superar mis dificultades…?”

Desde hace unos años, entre las consultas recibidas, predominan este tipo de cuestiones. El término dislexia adquiere popularidad y se multiplican los artículos, programas y noticias que tratan sobre este trastorno.

Nos encontramos leyendo que existe una alteración llamada dislexia, la cual podría explicar aquello que nos ocurre o nos ha ocurrido a lo largo de nuestra etapa educativa. Hallamos la pieza que falta para completar el puzle y comprender que no somos responsables de nuestros resultados, pues la culpable ya tiene nombre.

La necesidad del ser humano de catalogar las cosas para poder asimilarlas se ve cubierta y esto disminuye, en parte, la presión y el desconcierto que hemos sentido en numerosas ocasiones.

Hasta aquí todo es positivo, pero llega el punto en el que leemos largos inventarios de síntomas y hasta el ser más impecable se ve identificado en alguno de ellos.

Aquí entra en juego la función de los expertos en la materia. Por tanto, es hora de abandonar el relato existencial y aportar claves concretas y coherentes que nos permitan valorar la situación.

 

¿Cómo saber si tengo dislexia?

El punto básico y fundamental que cumple todo disléxico es la presencia de una dificultad persistente y severa para aprender a leer correctamente mediante una instrucción ordinaria. Por lo cual, la dislexia evolutiva se manifiesta cuando se inicia el contacto con el lenguaje escrito.

En sí misma, la dislexia es una dificultad para leer correctamente; evolutiva, si viene inmersa en el propio desarrollo del sujeto y, adquirida, si provoca la pérdida de la lectura a raíz de una lesión cerebral cuando el sujeto ya sabía leer.

Por tanto, podría ser disléxico “evolutivo” si, aun habiendo recibido una escolarización normalizada y considerándome una persona competente en otras áreas, he sido muy mal estudiante, me costó mucho aprender a leer y escribir correctamente y, aunque me esforzaba mucho más que mis compañeros, mis notas siempre eran peores. Siempre descartando cualquier problema físico, cognitivo o emocional que fuera el responsable de estos contratiempos.

En la actualidad, si no recibí ninguna intervención específica y no adquirí un buen hábito lector, leeré y escribiré muy lento, posiblemente con errores y me costará bastante entender lo que leo, así como, expresar lo que pienso por escrito.

Tan sencillo como esto, al margen de que me identifique o no con algunas de las cuestiones del inventario:

  • Recuerdas mejor las caras que los nombres de las personas.
  • Eres desordenado y despistado.
  • Tienes problemas para medir y organizar el tiempo cronológico y en la orientación espacial.
  • Presentas dificultades para memorizar datos e información.
  • Muestras problemas para acceder a las palabras que quieres evocar.
  • Sufres cambios bruscos de humor.
  • Tienes mala coordinación motriz.
  • Te cuesta mucho concentrarte en cualquier actividad concreta durante un tiempo prolongado.
  • Confundes izquierda y derecha.

 

¿Cómo evaluar/diagnosticar la dislexia en adultos?

En castellano no existen test de dislexia para adultos que permitan diagnosticar este trastorno específicamente.

Normalmente se lleva a cabo una evaluación similar a la realizada en niños, la cual parte de valorar la historia personal y, sobre todo escolar, del sujeto.

Después, pasamos a descartar que las dificultades lectoescritoras que presentó y/o presenta se deban a un déficit a nivel cognitivo, sensorial o emocional. En este caso se utilizan los datos de la anamnesis y sería conveniente utilizar algún test como la escala de inteligencia Wechsler para adultos (WAIS-IV).

En una reciente investigación realizada por Almudena Giménez de la UMA, se valoraron diferentes áreas en disléxicos adultos para lograr componer un test de detección de la dislexia en esta población (procesamiento visual, equilibrio, coordinación, amplitud de memoria a corto plazo, denominación rápida, atención…).

Aunque no ha finalizado la investigación, se comprobó que el único aspecto en el que se podía observar y generalizar un nivel muy bajo en disléxicos adultos frente al grupo control, era en el desarrollo de las habilidades fonológicas.

 

Entre las conclusiones se planteó lo siguiente:

“El déficit fonológico caracteriza a los adultos con dislexia.

Los disléxicos son peores en todas las tareas fonológicas sobre todo en aquellas que implican manipulación y discriminación (Ramus 2003; Ramus y Szenkovits, 2008).

No adquieren niveles superiores de conciencia fonológica (Bruck, 1990; 1992).

Las pruebas fonológicas son las mejores para discriminar y para diagnosticar (Hatcher, Snowling y Griffiths , 2002).”

 

Los adultos nos ayudamos de la información ortográfica para realizar tareas de conciencia fonológica como la sustitución fonémica entre dos sonidos. Por ejemplo, intenta decir tu nombre y apellido cambiando el primer sonido entre sí  “Sarmen Cilva” sin escribirlo…

Parece que esta tarea, prácticamente imposible para un adulto analfabeto, también lo sería para un adulto disléxico.

Planteamos por tanto la necesidad de valorar las habilidades fonológicas y la lectoescritura propiamente dicha: identificación y omisión silábica y fonémica, lectura de palabras y pseudopalabras, decisión ortográfica, comprensión lectora…

Con esto concluiremos una valoración básica que nos indique si su nivel fonológico y lectoescritor está por debajo de lo común para un adulto no disléxico con un nivel de estudios similar. (Sería especialmente importante valorar el tipo de intervención recibida a lo largo del tiempo y cómo esta intervención ha podido potenciar el desarrollo lectoescritor, es decir, no solo debemos utilizar los datos de la tabla de baremación sino también el sentido común.)

La principal necesidad de diagnosticar a disléxicos adultos, más allá del confort personal que esto puede conllevar, es la de tener un certificado que, llegado el momento en el que se aprueben leyes como la ley italiana 170/2010 que en el artículo 5 recoge las orientaciones que deben ser aplicadas para los disléxicos a partir de la escuela secundaria, podamos utilizar para disfrutar de unos derechos merecidos.

“Privilegiar las pruebas orales en lugar de las escritas, teniendo en cuenta las habilidades individuales.

Proveer de un tiempo mayor para la resolución de las pruebas escritas hasta un máximo del 30% más.

Proporcionar, en las pruebas escritas, la reducción cuantitativa y no cualitativa cuando no sea posible proveer de un tiempo mayor para la resolución.

Evaluar el contenido más bien que la forma y la ortografía.”

 

¿Cómo corregir la dislexia en adultos?

En este punto llegamos al talón de Aquiles de la dislexia en adultos.

Si la dislexia parte de una dificultad permanente que obstaculiza el aprendizaje lectoescritor y la persona en cuestión ya ha dejado atrás esa etapa  ¿en qué centramos la intervención de la dislexia?

Como ante cualquier tipo de intervención lo principal es identificar los aspectos concretos que necesitamos tratar y, una vez delimitados, encontrar los procedimientos más eficientes.

Dada la longitud del artículo nos limitaremos a comentar cuáles pueden ser los aspectos a tratar, pues los procedimientos se explican en otros apartados como en el curso gratuito de dislexia.

Aspectos a tener en cuenta al tratar a adultos con dislexia.

– La inseguridad y los problemas emocionales que le ocasiona sentirse inferior o avergonzado por sus dificultades. (Aceptar y normalizar tales dificultades las reduce considerablemente)

– La falta de fluidez en la lectura respecto a precisión y velocidad.

– La falta de comprensión lectora, que podría derivar de una falta de fluidez (volvemos al nivel anterior) o del desconocimiento de las estrategias y demandas que implica la comprensión del texto.

– Los errores ortográficos, refiriéndonos a la ortografía arbitraria, pues deberían estar asimiladas las correspondencias F-G que no son arbitrarias. Si no fuera así, retrocederíamos hasta ese punto.

– El conocimiento a nivel sintáctico y gramatical que repercute positivamente tanto en la comprensión lectora como en la capacidad de redacción.

– La expresión por escrito de las ideas, en cuyo caso trabajaríamos a nivel superior de escritura: planificación, creación de un borrador, utilización de nexos…

– Las técnicas memorísticas y de estudio, fundamentales a la hora de aprovechar el tiempo y rendir más en el ámbito académico.

– Otros aspectos que se consideren relevantes en cada caso: la organización temporal o espacial que afecte a la vida cotidiana, la mejora de la expresión oral y la ampliación del vocabulario y el acceso al mismo, la mejora de la dicción…

En todo caso, el adulto debe ser partícipe fundamental y activo de su propia intervención, autoanalizar su manera de procesar la información y de aprender y contribuir a desarrollar estrategias que faciliten ese aprendizaje y potencien sus habilidades.

Como podemos apreciar, la mayoría de los aspectos a tratar están muy relacionados con la lectoescritura y el estudio, es decir, con la vida académica, lo cual indica que si un disléxico adulto está totalmente desligado de tales actividades, debería plantearse la necesidad de llevar a cabo una terapia de intervención o no. Si, aun así, lo cree necesario, quizás habría que prestar mayor atención a los aspectos emocionales y psicológicos que puedan afectar su día a día en relación con este trastorno.

Y para concluir, esperando haber dejado algunos conceptos claros y un planteamiento interesante sobre la dislexia en adultos, os propongo un breve cuestionario para saber si un adulto podría ser disléxico o no.