Me gustaría compartir con otros padres mi experiencia con la dislexia ya que puede aportarles algunas ideas en las que yo no caí en su momento por falta de conocimiento.

Mi hijo tuvo un desarrollo infantil normal, empezó a andar a su tiempo, tuvo un adecuado desarrollo del lenguaje oral y era un niño muy alegre, simpático e inteligente. En los años de preescolar todo fue bien, no recibí ningún comentario de las maestras y nadie sospechó que pudiera tener dificultades, solamente me dijeron que tenía un rotacismo pero que lo más probable es que desapareciera sobre los 7 u 8 años de forma espontánea.

Cuando empezamos la primaria, concretamente en 1º, se notaba que le costaba aprender al mismo ritmo que algunos de sus compañeros, pero su profesora insistía en que cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje. A pesar de que nos costó mucho esfuerzo sacar el 1º curso de Primaria, la orientadora del colegio, tras una valoración del niño, me comentó que no había de qué preocuparse, que se trataba de un niño más inmaduro, algo despistado, pero que eso era algo evolutivo.
He de comentar que para que le hicieran esa valoración tuve que insistir numerosas veces ante la tutora y la orientadora, a pesar de que mi hijo se encuentra en un buen colegio concertado.

Cuando empezó el 2º curso las dificultades eran aún mayores y la diferencia de nivel entre mi hijo y sus compañeros había aumentado, por ello desde primera hora insistí en que le volvieran a valorar y en que mi hijo tenía una dificultad para aprender. Desde el colegio lo único que me dijeron es que mi hijo tenía un trastorno de atención y falta de concentración y que sería conveniente que le llevara al logopeda para que le corrigiera el rotacismo.

Al principio de curso le llevé al logopeda con la idea de trabajar el rotacismo, aunque también les comenté lo que estaba pasando en el colegio. En primer lugar su logopeda me dijo que el rotacismo se debía a que tenía el frenillo demasiado corto para llevar la lengua al punto de articulación, cosa que ni el pediatra ni la logopeda del colegio habían descubierto y me plantearon hacerle una valoración para comprobar si había alguna dificultad de aprendizaje, además fue la primera vez que oí hablar de dislexia.

Por lo del rotacismo, volví a otro pediatra que me confirmó que había que dar un pequeño corte, algo que debía haber hecho muchos años antes, ya que mi hijo pasó varios años aguantando las burlas de otros niños y además, ahora pronuncia una r extraña, pues se acostumbró  ha pronunciar una r distorsionada, parecida al sonido francés.

En fin, la falta de conocimiento te hace que pierdas el tiempo y lo mismo pasó cuando me dijeron que en las pruebas que le habían pasado, mi hijo mostraba un nivel muy por debajo de su grupo de edad, que posiblemente había una dislexia evolutiva y que sería conveniente llevar a cabo una intervención para ver si sólo se trataba de un retraso lector o era algo más permanente.
Además, al hacer la entrevista inicial me preguntaron si había antecedentes en la familia y, al pensar en ello, nos dimos cuenta de que mi marido siempre tuvo muchos problemas para aprender a leer, que le tacharon de torpe en la escuela y se quitó sin terminar, a pesar de que considero que es un hombre muy inteligente y válido. Fue entonces cuando pensamos que él podía ser disléxico, a pesar de que en la época que le tocó estudiar aún no se hablara de la dislexia.

Fue ahí cuando mi hijo empezó el tratamiento con su logopeda, en pocos meses observamos que comenzaba a leer mejor, que no cometía tantos errores ni en la lectura ni en la escritura y, sobre todo, que estaba más motivado por aprender, ya no se sentía “tonto” ni “incapaz”.

Aunque llevé los informes al colegio y  la orientadora se puso en contacto con la logopeda, me seguían diciendo que era un problema de concentración, a pesar de que mi hijo se podría tirar horas viendo unos dibujos o jugando a la DS, pero bueno, lo único que nos queda es trabajar mucho, ya que los primeros cursos de primaria han sido una tortura para él y para todos, muchas horas de estudio, bloqueos en los exámenes, notas que no reflejan lo que él sabe y desilusión constante.

Lo peor de la dislexia es que, aunque sólo consista en una dificultad de aprendizaje, conlleva otras alteraciones psicológicas, que desde mi punto de vista son el principal problema, pues mi hijo se desmoralizó, perdió el interés por aprender, se levantaba muchos días con dolor de cabeza, no quería ir al colegio, no dormía bien, su autoestima se hundió y, en general, se sentía “tonto” e incapaz de afrontar aquello que le exigían.

Este año ha empezado 4º de Primaria, sigue con su logopeda y con mi ayuda, está algo cansado de tanto trabajo, pero sabe que es la única manera de superar los cursos y, quizás, no hubiese sido tan duro si el tratamiento hubiese comenzado paralelo a la enseñanza de la lectura, porque tras conocer otros casos, estoy segura de que si mi hijo hubiera tenido una intervención adecuada cuando empezó a aprender a leer, hoy tendría muchas menos dificultades.